El llano en llamas de Juan Rulfo
Juan Rulfo es universalmente conocido y admirado por la obra maestra onírica que es Pedro Páramo. Una especie de manuscrito sudamericano encontrado en Zaragoza. Un compendio de cómo se puede hacer un libro de la nada, sin argumento, sin sentido: Un sueño.
Tengo que admitirlo. Lo he leído varias veces. Y nunca lo entendí. Nunca lo he entendido. Ni siquiera un sueño, retazos de sueños superpuestos que se repiten en un estado de somnolencia. Sin unidad temporal y sin conexión causal, en un limbo suspendido entre la lluvia y el viento.
Los personajes tienen la misma esencia que Perelà. ¿Sueño o estoy despierto? ¿Leo o sueño con leer?Así que lo releí cada vez como si fuera la primera, sin saber si alguna vez lo había leído.
Oigamos a Márquez en este tema: "Álvaro Mutis subió a grandes zancadas los siete pisos de mi casa con una pila de libros, separó el más pequeño del montón y me dijo, riendo a carcajadas: "¡Lee esta puta tontería y aprende!" Fue Pedro Páramo. Esa noche no pude dormir hasta que terminé de leerlo por segunda vez. Durante ese año no pude leer a ningún otro autor, porque todos me parecían menores". Fue en 1961. Si queremos poner una fecha, el realismo mágico nació de ahí.
No deja ningún recuerdo, sólo algunas sensaciones. Noches de lluvia y apariciones fantasmales. Voces que se persiguen desde distintas épocas. La búsqueda de alguien, quizás ya muerto.
Y sin embargo. Lo confieso. Cómo me gustan los libros en los que no pasa nada.
Nada significativo. Esos libros de los que nunca se puede saber el argumento. Sólo se pueden esbozar unos pocos caracteres. Un recuerdo fugaz de los más mínimos acontecimientos, alguna descripción ajustada o poética. Una sensación que se siente, pero sólo porque está ligada a un lugar, a un verano, a una noche de truenos y relámpagos, a días consecutivos de lluvia y olvido.
Luego nos enteramos, por la correspondencia de Flaubert, de que a él también le hubiera gustado escribir un libro sobre la Nada. Luego, en cambio, escribió Bouvard et Pécuchet. Un himno a la bêtise humana.
Shakespeare también quería escribir una obra sobre la Nada. Luego escribió Mucho ruido y pocas nueces, que no es lo mismo.
Luego hay ciertas preguntas. ¿Es El desierto de los tártaros un libro sobre nada? Esta es su sinopsis: El teniente Drogo espera la llegada de los tártaros, que nunca llegan. ¿Alguien recuerda algo más? Nada. ¿Es lo mismo que "Nada nuevo en el frente occidental"? Un poco como Esperando a Godot. Eso es todo. Esta es quizás la obra sobre la Nada que Shakespeare nunca escribió.
Pero volvamos a Rulfo.
La única comparación que se puede hacer es con Guimarães Rosa. Más que por el ambiente, por el entorno rural. O, si se quiere llamar realmente un Cortázar aturdido, más etéreo, más metafísico. O quizás menos etéreo, menos metafísico. Ciertamente, con la extraordinaria capacidad de hacer esencial lo que mira y toca y luego describe.
Todo se vuelve único y al mismo tiempo mágico. Una magia diabólica, impregnada de tristeza y muerte, que surge en la ola de calor del demonio meridiano. Y todo por simples toques impresionistas.
Por eso te deja atónito al final. Porque no son parábolas lo que cuenta. Ni pequeñas epifanías. Son sólo escenas cotidianas improvisadas, momentos fotografiados en su sencillez e insignificancia. Único e irredento. Suspendido entre la ausencia de un significado. El cielo azul y vacío del desierto. Y la dura y áspera tierra de la llanura. en el que hay que sufrir.
México y las nubes.
Eso es porque el libro del que quiero hablar es El llano en llamas. Una colección de 17 cuentos, publicada por primera vez en México en 1953. Pedro Páramo se publicó en 1955. Dos obras maestras en dos años y luego el silencio hasta su muerte.
Desgraciadamente, la traducción al Español de los relatos no reproduce completamente el original, pero así es.
Después, al volver a abrir el libro, me di cuenta de que había trazado un árbol genealógico en el espacio entre el título, Remember y la historia que aparece a continuación.
Al igual que me pasó a mí, como creo que le pasó a cualquiera, durante o después de leer Cien años de soledad. Un libro que, una vez que terminé de leer, inmediatamente volví a empezar (como le pasó a Márquez con Rulfo). Como con pocos libros me ha pasado. En la carretera, pero era joven, hace años. La primavera negra y el hecho de ser militar, algo que ya no se hace, me dieron tiempo y quizás pocas posibilidades de encontrar alternativas.
De todos modos, el árbol genealógico informa sobre Dimas Gómez, el patriarca, que tuvo dos hijos: don Urbano y Fidencio. Este último tenía dos hijas: "una morena y pequeña, que llamaban con el apodo de la Arremangada, y la otra que era muy alta y que tenía los ojos azules y que decían que no era suya, y que para más señas, tenía la enfermedad del hipo. Recuerda el jaleo que armaba cuando estábamos en misa y que justo en el momento de la Elevación le daba su ataque de hipo, que parecía que se reía y lloraba al mismo tiempo, hasta que la sacaban y le daban agua con azúcar y entonces se calmaba." Don Urbano se casó con Berengjena y tuvo muchos hijos, pero sólo sobrevivieron dos, Natalia y Urbano, el protagonista de la historia.
Una historia de cuatro páginas.
Intenta empaquetar la magia realista de Márquez en cuatro páginas y tendrás a Remember Rulfo.
En fin, todo esto sólo para decir que el único y último relato del libro, Anacleto Morones, sobre el Santo Niño, taumaturgo y charlatán, merece toda la colección. Y la mitad, quizá tres cuartas partes, de toda la literatura latinoamericana. Y aún así merece la pena los diez minutos que se tarda en leerlo. Puedes apostar por ello.
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