El nombre de la rosa: Resumen, significado y personajes

el nombre de la rosa resumen

Consideraciones sobre el libro y la película basados en la novela "El nombre de la rosa" de Umberto Eco. Personajes, trama y contexto histórico de la época medieval

El nombre de la rosa es, ante todo, la novela más conocida de Umberto Eco. El libro es también la base de la película de Jean-Jacques Annaud con una interpretación magistral de Sean Connery y Christian Slater. Y, por último, en los últimos años el Nombre de la Rosa también ha sido objeto de una exitosa serie de televisión. En definitiva, se trata de una obra intemporal que se ha convertido en una de las obras literarias más importantes del siglo XX.

Índice

     Romance

    El nombre de la rosa es una novela de Umberto Eco escrita en 1980. Ambientada en el año 1300 en un monasterio benedictino, puede clasificarse como una historia de detectives histórica, rica en facetas y niveles de lectura. Dirigida por Jean-Jaques Annaud, inspirada libremente en la novela homónima de Umberto Eco.

    La trama en un vistazo

    La producción duró cinco años, con un presupuesto enorme y un gran reparto en el escenario. Se rodó en Italia, Francia y Alemania y se presentó al público en 1986.

    La historia tiene como protagonistas a Guillermo de Baskerville, un monje franciscano y antiguo inquisidor, interpretado por Sean Connery, que se hizo famoso por encarnar al agente 007, y a Adso de Melk, un joven novicio, interpretado por Christian Slater, que es también el narrador de la historia.

    El personaje

    Guillermo de Baskerville es un personaje particular: Su mentalidad va a contracorriente respecto a las ideologías de la época, en contra de lo que se predicaba, para ser un monje alimentaba un interés muy fuerte por el conocimiento y los temas científicos, además su método de investigación se basa en la búsqueda de una explicación racional y esto, unido a su fuerte capacidad deductiva, recuerda las técnicas de investigación utilizadas por el famoso Sherlock Holmes, protagonista de las novelas de misterio de Arthur Conan Doyle, en las que Umberto Eco se inspiró mucho para perfilar al protagonista de su historia.

    En este aspecto hay que reconocer la habilidad del director que logró mantener las características del personaje de manera impecable. También hay que reconocer un gran mérito al escenógrafo Dante Ferretti, uno de los más famosos en su campo, que consiguió reproducir perfectamente la atmósfera oscura y misteriosa que rodea la historia y el propio monasterio, guardián de secretos inconfesables. Complementa la imagen de la abadía la elección de los actores que interpretan a los monjes, con rostros deformados y sombríos. El único lugar que adquiere un valor positivo frente al resto del escenario es el scriptorium, el lugar donde reside y se difunde la sabiduría, impregnada de luz.

    Temas de la historia

    El tema principal se desarrolla en torno a la búsqueda del conocimiento. Para entenderlo hay que ser conscientes de que en la Edad Media todos los aspectos de la vida y la mente del hombre estaban ligados a la religión y el conocimiento se limitaba a lo que decían las Sagradas Escrituras o a lo que apoyaban los teólogos y filósofos antiguos (Aristóteles es el ejemplo dominante), por lo que quien iba más allá y realizaba nuevos estudios era visto como un pecador y condenado como hereje por la propia Iglesia.

    Además, la doctrina se basaba en el desprecio absoluto de la vida terrenal y, por tanto, de sus placeres y entretenimientos que alejaban a uno de Dios.

    Esta es la clave de toda la historia:

    La muerte de los frailes estaba vinculada a un libro de la poética de Aristóteles referente a la comedia (cuya existencia se negaba), donde se exaltaba la diversión y la risa, pero estos conceptos eran inconcebibles en la época, porque como dice Jorge, el bibliotecario, la risa mata el miedo y sin miedo no puede haber fe.

    Este personaje parece estar obsesionado con el tema, emblema de la sociedad cerrada de la época, de hecho al final resulta ser el autor de las muertes: Había envenenado las páginas del libro en cuestión, para que todo aquel que hubiera tragado la tinta (era normal chuparse los dedos antes de pasar las páginas), muriera. Además, su personaje, que es ciego, es en realidad una metáfora de una fe ciega, que no permite el compromiso.

    La complejidad del camino que lleva al descubrimiento de la verdad también está simbolizada por la biblioteca donde se escondía el libro, formada por un intrincado laberinto.

    En el final del libro acaba incinerado por las llamas de un incendio que envuelve la biblioteca, que se tragará no sólo la mayoría de todos los manuscritos que allí se encuentran, sino al propio Jorge, que optará por morir junto con el secreto que esconden las páginas escritas por el filósofo.

    Entre los temas secundarios desarrollados emerge la denuncia de una Iglesia corrompida por la riqueza en la que proliferan los pecados de la gula y la lujuria (de ahí la polémica en la película sólo insinuada, entre los franciscanos que predicaban la pobreza y el resto del clero), frente a la realidad devastada de los pobres, que paradójicamente se ven obligados a pagar tributo al monasterio y se encuentran rebuscando entre los restos de la comida del mismo para sobrevivir.

    La chica de la que se enamora Adso es un ejemplo de ello: Porque está dispuesta a ofrecer su cuerpo a uno de los monjes a cambio de comida. La sociedad medieval también estaba totalmente invadida por la violencia, como demuestran las numerosas escenas en las que la sangre es el elemento dominante.

     Diferencias entre el libro y la película El nombre de la rosa

    Durante la producción, se pidió varias veces la opinión del propio autor, para conseguir un resultado final excelente. Sin embargo, en la transposición cinematográfica hay algunas diferencias, a veces significativas.

    Entre ellas, quizá la más importante sean las numerosas discusiones teológicas y filosóficas presentes con frecuencia en la novela, pero que en el guión sólo se insinúan, principalmente porque corren el riesgo de no ser comprendidas por el público.

    El escenario parece mucho más grande de lo que debería ser, la estructura descrita en el libro es más pequeña de lo que aparece y la propia biblioteca incluía originalmente una sola planta.

    Otro pequeño cambio es que Adso es inicialmente un novicio benedictino, pero en la película es un franciscano, como Guillermo.

    En cambio, se añade totalmente la escena de la muerte de Bernardo Gui, inquisidor enviado a la abadía para resolver el caso de los asesinatos, asesinado por las personas que habían presenciado la ejecución de los condenados, arrojados con el carro desde un acantilado, probablemente para dar más teatralidad al final.

    El título, El nombre de la rosa, retoma el lema de la novela que también aparece en la película: Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus, que traducido significa "la rosa antigua permanece (sólo) en el nombre, nosotros poseemos sólo nombres desnudos".

    La frase, que refleja la consideración que Adso hace al final, indica que de lo ocurrido en el pasado no quedan más que meras palabras. En el largometraje la expresión se asocia a la chica, cuyo nombre permanece desconocido hasta el final, al igual que el nombre de la rosa, que es señalado por el propio narrador.

    La chica reaparece ante Adso cuando éste abandona el monasterio junto a su maestro, del que se separa, sin embargo decide dejarla para seguir su vocación.

    Contexto Histórico y Social del nombre de la rosa

    En la Edad Media, periodo de decadencia e incertidumbre, se produjo un fenómeno de abandono masivo de las ciudades, debido a las guerras y las epidemias, que provocó el traslado de la mayor parte de la población a las zonas rurales; los centros de poder, por tanto, ya no eran las ciudades, sino las numerosas cortes y abadías dispersas por el territorio europeo.

    Estos últimos estaban rodeados de gruesos muros para protegerse de posibles ataques, como confirma Adso, el protagonista de la novela El nombre de la rosa, que afirma: "No me sorprendieron los muros que lo rodeaban por todos lados, similares a otros que vi en todo el mundo cristiano, sino el tamaño de lo que luego supe que era el Edificio".

    A pesar de que el monacato preveía un estilo de vida austero, las abadías, como centros de poder que gobernaban amplios territorios, eran muy ricas e imponentes; La "pila de oro" es una muestra de esta riqueza, y el temor reverencial que la abadía suscitaba en los peregrinos demuestra que tales edificios majestuosos eran inusuales para la época: "Me asustaron, y una sutil ansiedad. Dios sabe que no eran fantasmas de mi alma inmadura, y que interpretaba con acierto indudables presagios inscritos en la piedra...".

    Sin embargo, el temor inicial pronto dio paso al asombro y la admiración, como se desprende de los verbos y adjetivos que se atribuyen al paisaje donde se encontraba la abadía: "Dulce meseta", "contundente", "suave cuenca".

    La relación que existía entre la Iglesia y el Imperio se pone de manifiesto por el interés que el propio emperador se tomaba en los asuntos religiosos y hacía que ambos poderes se consideraran conjuntamente, como se desprende de la "carta con los sellos imperiales" y de lo que Guillermo de Baskerville dice al abad: "Vengo como peregrino en nombre de Nuestro Señor y como tal me habéis honrado. Pero también vengo en nombre de nuestro Señor en esta tierra, y también en su nombre os agradezco vuestra acogida".

    En cuanto a la mentalidad típica de esta época, era común la opinión de que algunas formas geométricas y determinados números tenían un fuerte valor simbólico en el ámbito religioso. Por ejemplo, una figura como el tetraedro era vista como una... figura perfecta, que expresa la solidez y la inexpugnabilidad de la Ciudad de Dios, el número tres en cambio simbolizaba la Santísima Trinidad y se repetía muchas veces en los edificios, como los tres órdenes de ventanas de la torre.

    La arquitectura también respetó esta mentalidad, teniendo construcciones particulares con cuatro, cinco, siete y ocho lados: ocho era el número de la perfección de cada tetrágono, cuatro el número de los Evangelios, cinco el número de las partes del mundo, siete el número de los dones del Espíritu Santo.

    Además, los edificios eran tan imponentes que resultaba difícil creer que hubieran sido construidos por el hombre, Adso, de hecho, nombraba a los "gigantes" que, actuando como intermediarios entre la tierra y el cielo, habrían construido la abadía donde se encontraba el joven novicio.

    En esta época también se pensaba que todas las cosas terrestres tendían hacia el cielo (concepto bien representado por la imagen de la roca que se extiende hacia arriba) y que eran diferentes de las cosas celestiales: De modo que lo que era físicamente cuadrado en la tierra, era espiritualmente triangular en el cielo.

    No sólo todas las cosas terrenales tienden hacia arriba, sino que también son símbolos que, una vez descifrados, hablan al hombre de la vida eterna, como pensaba el escritor Alain de las Islas, mencionado por Guillermo (escribía en latín, que todavía era la lengua de la literatura). Sin embargo, el maestro de Adso es de la opinión de que la realidad permite al hombre descifrar no sólo los misterios de la vida eterna, sino también los de la vida terrenal; Por eso William consigue prever la aparición y la vía de escape de Brunello, el caballo favorito del abad, que se ha escapado de los establos poco antes de la llegada de los dos protagonistas a la abadía.

    Cuando Guillermo de Baskerville describe a Brunello a sus agitados perseguidores, se produce un momento de desconcierto por parte del bodeguero y de los mozos de cuadra, esto demuestra que los hombres con la cultura y la inteligencia del maestro de Adso no eran muy comunes y se deduce que, como dice el propio novicio, mi maestro, en todos los aspectos un hombre de la más alta virtud, se entregó al vicio de la vanidad cuando se trataba de probar su perspicacia....

    Sin embargo, Guillermo también improvisa una descripción de los ojos, las orejas y la forma de la cabeza, elementos que no podrían deducirse ni siquiera mediante la observación más meticulosa, pero que son inmediatamente aceptados como verdaderos por los monjes, ya que los parámetros de la belleza de un caballo dictados por los auctoritates incluían precisamente esas particularidades descritas por Guillermo.

    En la Edad Media, la auctoritas imponía la forma de pensar y no podía ser contradicha, por lo que los conceptos de belleza y perfección se basaban en ella, además, las auctoritas tenían una gran importancia en la formación de los monjes benedictinos, por lo que los perseguidores del caballo (parte de la abadía benedictina) creyeron inmediatamente en la descripción de Guillermo.

    El monje franciscano utiliza el nombre "Brunello", acuñado por "el gran Buridán", un intelectual parisino contemporáneo suyo.

    Concluyendo la descripción de su maestro, Adso afirma que: No sólo sabía leer en el gran libro de la naturaleza, sino también en la forma en que los monjes leían los libros de la escritura, y pensaba a través de ellos, aludiendo a la capacidad de Guillermo para reconocer e interpretar los símbolos de la naturaleza, pero sobre todo a su capacidad para captar la mentalidad de los otros monjes, influenciados en todo sentido por los auctoritates.

    En el pensamiento de Adso se expresa también un pensamiento filosófico, que remite a la filosofía cristiana medieval: Tal es la fuerza de lo verdadero que, como el bien, es difusor de sí mismo.

    Por lo tanto, en la época medieval la cultura y la mentalidad estaban influenciadas por autoridades que establecían conceptos y reglas precisas, por lo que no había muchas formas de pensamiento "libre"; un personaje como Guillermo de Baskerville, que gracias a su preparación consigue tener una mentalidad más amplia, es quizás un caso más único que raro, y por ello consigue despertar el asombro de sus oyentes.

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